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AVE: Ya hay una nueva fecha y no será la última
José Luis Ábalos, ministro en funciones, atrasó hasta 2020 la finalización de las obras prevista para 2019
Hace una semana, el delegado del Gobierno en Galicia, Javier Losada, lanzó al aire la sexta fecha con la que se aplaza, una vez más, la llegada del AVE a Ourense. Losada se refirió a 2021 como el año en el que los trenes de alta velocidad circularían a pleno rendimiento por la infraestructura gallega. Los ourensanos hemos sido testigos de cómo ministros, presidentes de Gobierno, delegados suyos en Galicia y otros políticos con cargos públicos de diferente rango y partido han errado en sus planificaciones. Y eso en los casos más leves; porque también hemos asistido a la mentira sistemática de quienes comprometían una fecha, sabiendo a ciencia cierta que iba a resultar imposible su cumplimiento. Sucedió con Magdalena Álvarez y Ana Pastor, dos ministras que afirmaron en Ourense, la primera en 2007 y la segunda en 2015, que tendríamos AVE en 2012 y en 2018. Cada una de ellas fue posteriormente enmendada por sus respectivos sucesores. En ambos casos eran ministros de su mismo partido y los dos fracasaron en su propósito: A Magdalena Álvarez la corrigió José Blanco dos años después, aplazando el compromiso hasta 2015. A Ana Pastor, Íñigo de la Serna, también dos años después, para retrasar hasta 2019 la llegada del tren de alta velocidad a Ourense. Eso sí, borrando temporalmente una infraestructura tan importante como la variante exterior ya que, de lo contrario, según él, resultaría imposible que el nuevo tren llegase antes de 2022 o tal vez 2023.

Es cierto que los dos últimos ministros, De la Serna y Ábalos, con ser los de más breve mandato han sido los únicos que manifestaron el firme propósito de imprimir el ritmo adecuado a la gestión de la línea gallega de alta velocidad, tanto en los despachos como en las obras. Que en el caso de Ábalos incluso hizo suyo el cronograma de su predecesor y potenció el equipo ejecutivo que éste había destinado en el Adif a la dirección y vigilancia de las obras y que, como él mismo dijo en reiteradas ocasiones, puso toda la carne en el asador. Aun así, siguiendo con el símil, la carne no estará lista para comer hasta 2021, por lo menos.

Porque en este baile de fechas todavía no sabemos si el delegado del Gobierno en Galicia ha dado el último paso o simplemente uno más, y detrás de 2021 llegue 2022. A tenor de cómo avanzan las obras y el prolongado período de pruebas que ha de seguirle, esta posibilidad cobra cada vez más fuerza. La Región lleva años realizando un estricto y pormenorizado seguimiento tanto del proceso de tramitación de todos los expedientes de proyectos, obras y suministros para la realización de los distintos tramos de esta infraestructura, como de su ejecución. A través de nuestras páginas, los lectores pudieron comprobar cómo la mera descripción de la situación de las obras desmentía una y otra vez lo que se decía en declaraciones políticas. Y hace ya tiempo, más de dos años, que pusimos sobre la mesa la hipótesis de que la llegada del primer tren de alta velocidad a los andenes de la estación de Ourense no sería antes de 2021 o 2022. Lo hacíamos con la esperanza de equivocarnos. De que aquellos contratos cuya finalización está prevista para el segundo semestre de 2020, no impidan comenzar las pruebas antes. Y que esas pruebas, en vez de durar año y medio como necesitó el trazado de Granada o un año y un pico de todavía no se sabe cuántos meses que van a durar las de Zamora a Pedralba, se puedan resolver en menos de un año entre Pedralba de la Pradería y Ourense, que dicho sea de paso es el tramo más difícil de toda la red española de alta velocidad.

El tiempo avanza inexorable por el calendario, un año tras otro, y ahí Javier Losada ha decidido entibiar el jarro de agua fría de lo que supone anunciar un retraso más con la calificación de “a pleno rendimiento”, que por otro lado es la única posibilidad que tiene el AVE de llegar a Galicia. ¿Cómo va a ser si no? No caben soluciones en precario y mucho menos después de la trágica experiencia de Angrois. 

Tanto De la Serna como Ábalos, prefirieron curarse en salud con respecto a sus predecesores y hablaron siempre del final de la obra y no de la llegada del tren, para que pareciese algo más inminente. Pero lo que han conseguido es generar una nueva frustración porque finalmente, a lo que asistimos es a un retraso no de unos meses sino de años frente a la fecha comprometida anteriormente.

A estas alturas podría parecer poco relevante discutir si el AVE llega en 2020 o en 2022. Ahora ya no hay imponderables ni problemas sobrevenidos durante la construcción que puedan justificar demoras más allá de unas pocas semanas. Se trata realmente de saber si se está poniendo “toda la carne en el asador” y si eso es así, ¿cómo se explica, por ejemplo, que unas obras adjudicadas hace casi un año comiencen con más de seis meses de retraso, como sucedió con la base de montaje de Meamán? ¿O que entre la primera y la segunda tanda de pruebas realizadas por un tren laboratorio discurran cinco meses, como estamos viendo en el tramo de Zamora a Pedralba? ¿Qué falla? ¿Son problemas puntuales o realmente la interinidad del Gobierno, en contra de lo que se decía, está afectando a la continuidad y el ritmo de las obras? ¿Dónde está el papel fiscalizador que la Xunta asumió en el Pacto del Obradoiro, para exigir transparencia en lo que concierne al AVE? ¿Acaso el miedo al reproche de lo sucedido durante el mandato de Ana Pastor hace que exista silencio?

El hecho que subyace es mucho más grave que un retraso más en la llegada del tren de alta velocidad a la estación de A Ponte. Si la reacción a esta demora se plantea con tibieza, las otras obras pendientes, de tan vital importancia para Ourense como es el caso de la variante exterior o la finalización de la estación intermodal, podrían eternizarse e incluso aplazarse, ahora que el foco de atención inversor está apuntando hacia el País Vasco, Levante y Extremadura. No cabe pues otra actitud que la exigente vigilancia para que se cumpla con Ourense en los plazos comprometidos. No pedimos nada extraordinario. Aunque vista la experiencia vivida hasta ahora, tal vez sí lo sea.