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El ferrocarril español no fue el único afectado por las olas de calor (compartir)

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El ferrocarril español no fue el único afectado por las olas de calor
TGV Atlántico de la SNCF. Foto Cramos.
La ola de calor registrada en los primeros días de la segunda quincena de julio está obligando a las administraciones ferroviarias europeas a reformular sus modelos de mantenimiento, tanto en las líneas férreas como en los propios trenes.
En España el principal problema que afectó a las circulaciones ferroviarias fueron los incendios, aunque las altas temperaturas ocasionaron algunos problemas en el parque de material rodante de Renfe, sobre todo en las unidades más antiguas. Pero, en general, las líneas ferroviarias y trenes están calculados para temperaturas extremas, especialmente en la red de alta velocidad que es en la que infraestructura y material rodante se enfrenta a condiciones más críticas en caso de alarma por altas temperaturas.

Pero, a diferencia de Adif, que solo cerró aquellas líneas en las que se veía comprometida la seguridad en la circulación de trenes como consecuencia de los incendios, los organismos homólogos de países como Reino Unido y Francia y algunos operadores ferroviarios, tuvieron que enfrentarse por primera vez a temperaturas por encima de los cuarenta grados y vieron peligrar la integridad de una infraestructura que no estaba preparada para episodios climáticos de tan altas temperaturas.

Los puntos débiles en las líneas ferroviarias cuando se producen episodios de calor, son, por una parte la catenaria, por la que circula la corriente, en el caso de España con una tensión de 25.000 voltios, y los carriles de acero que conforman la vía junto con las traviesas y el balasto.

En el caso de las líneas modernas, se trabaja con carril soldado y unas juntas de dilatación que prevén los comportamientos del carril tanto a bajas temperaturas, cuando por el efecto del frío se contraen, como a altas temperaturas, en las que se produce la dilatación. Los parámetros son diferentes en diferentes puntos del trazado, en función de criterios como temperaturas máximas y mínimas medias e incluso las extremas que se puedan producir, para evitar deformaciones en la vía si la dilatación es mayor que la tenida en cuenta en las juntas que se colocan entre los tramos largos del carril. Prácticamente todas las líneas de alta velocidad españolas tienen tramos en los que se producen temperaturas extremas, por lo que esos aspectos están ya contemplados en el momento mismo del diseño de las líneas. Incluso en algunas, como la de Madrid a Barcelona, con el recorrido más largo a velocidades máximas, los trenes también son sometidos a exhaustivas comprobaciones.

Pero para países como Reino Unido, Alemania y Francia, rebasar la cota de los cuarenta grados era una situación inédita hasta este verano, alcanzando en todos ellos temperaturas que se consideraron récord histórico en sus territorios. Aunque se podría considerar un episodio aislado, las administraciones ferroviarias dan ya por descontado que esta ola de calor no es sino el aviso de lo que está por llegar como uno de los efectos del cambio climático y han empezado a crear equipos de trabajo para considerar opciones con las que enfrentarse a estos cambios que, de no tomarse con la debida antelación, pueden causar serios problemas en infraestructuras y trenes. En algunos casos, como el Reino Unido, han dirigido la mirada a países en los que las infraestructuras ferroviarias conviven con temperaturas extremas desde hace años e incluso décadas.