Clara Campoamor y el ramal de alta velocidad entre Madrid y Barajas (compartir)
Todo NoticiasEs muy probable que con esta nueva denominación suceda lo mismo que con la que se estableció para el aeropuerto de Barajas-Adolfo Suárez: demasiado largo y demasiado tarde para unas infraestructuras que ya han cuajado en el dominio público con los nombres del emplazamiento en el que fueron instaladas: Chamartín y Barajas. Todo lo contrario de lo que sucedió en Vigo con una pequeña estación de tranvía, en realidad de un ferrocarril secundario de vía estrecha, llamado a conectar Vigo con Mondariz, a la que se le llamó Peinador en homenaje al promotor de esa línea: Sabino Enrique Peinador, fundador del balneario de Mondariz. La parada del tranvía dio nombre al lugar y después al aeropuerto vigués. Caló tan hondo que hoy ya nadie recuerda cómo se llamaba ese sitio antes del tranvía.
En Galicia están simplificando el nombre de las estaciones. Ya no es Redondela de Galicia, sino Redondela. Ni Ourense-Empalme, sino Ourense a secas (hasta que se inventen un homenaje póstumo para reinventar su denominación) Pero habrá que cambiar el diseño de los billetes de tren para que pueda caber en los apartados de origen y destino “Madrid Chamartín Clara Campoamor”. Con todo, aunque es posible que no cuaje entre el público, la iniciativa es loable, si bien Clara Campoamor se merecía más.
La noticia más reciente sobre la estación que nos une con Madrid, en cambio, pone de manifiesto que, cómo decía Schiller, la inteligencia humana tiene límites, pero la estupidez no. Iberia quiere que exista un ramal de alta velocidad entre Chamartín y Barajas (Clara Campoamor y Adolfo Suárez), con un trazado nuevo, de ancho estándar y una inversión que superará los cuatrocientos millones de euros que se podrían detraer de los fondos de reconstrucción económica que España va a recibir para mitigar los efectos de la pandemia. El Adif, que ya tenía previsto realizar esa conexión ferroviaria, defiende el uso de la línea de cercanías ya existente, con la implementación de un tercer carril. La opción es mucho más económica y cumple con el mismo objetivo. Es cierto. Los trenes no podrán circular a trescientos kilómetros por hora. Pero, ¿es que podrían hacerlo? Entre Chamartín y Barajas la distancia es de menos de 15 kilómetros. En tan corto recorrido se imponen trenes con una buena aceleración pero una velocidad punta discreta, porque en el momento en que lograsen alcanzar los 200 kilómetros por hora ya tendrían que empezar a frenar. Gastar el dinero de la recuperación económica en lograr que los viajeros lleguen dos minutos antes a las largas esperas en el aeropuerto es un soberano disparate.